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23/3/17

Por tí y por nadie más



¡Bienvenidos de nuevo, Habitantes de La Madriguera!
Todos tenemos días en los que estamos con los sentimientos más a flor de piel por mil circunstancias distintas y hoy nos ha dado un poco por ahí en nuestro huequecito. 

Supongo que conocéis la leyenda japonesa del hilo rojo que cuenta que las personas que están destinadas a conocerse, tienen un hilo rojo atado en el anular que las une a través del tiempo y la distancia, está ahí desde que nacemos y nunca se suelta ni desaparece. Se estirará hasta el infinito si hiciera falta, pero no se romperá por mucho que tardes en conocer a esa persona. 

Bueno pues yo he encontrado a esa persona, porque no puedo sentirme más afortunada de tener a mi Halflemon a mi lado, porque siempre ha existido un nosotros y porque vengan las vidas que vengan, de una forma u otra, siempre existirá ese NOSOTROS.
Así que con las mariposas haciendo cosquillas en el estómago, hoy paso rápidamente a dejaros un poema cortito, de esos que escribo yo, porque aquí es uno de esos días. 
A ver qué os parece y si os sentís identificados... (Ayss, ¡qué nervios! Que siempre que os pongo algo mío me pasa igual ) En fin, valor y p'alante, aquí lo tenéis:

 Por ti y por nadie más




Por ti y por nadie más,

Me refugio en los brazos de la noche

Para escribirte estos versos.



Por ti, sólo por ti,

Rebusco los rincones de mi memoria

Para ofrecerte mis sueños.



Por ti y por nadie más,

Gana y pierde mi vida el sentido.



Por ti, sólo por ti,

A tus besos y caricias me abandono

Huyendo de la feroz realidad.



Y a pesar de todo me preguntas

Si lo que siento es verdad.



¿No son sinceros mis ojos

Cuando te miran sin hablar?



Por ti, sólo por ti doy mi vida

Y el mundo entero.



Ahora yo te pregunto

¿Acaso no es esto amar de verdad?


Y esto es todo. Muchas gracias por estar ahí y tomaros un ratito para leerme, como siempre. Os recuerdo que podéis comentar esta y todas las entradas, que me encanta leeros y contesto siempre que tengo ocasión. 
¡Nos vemos en la siguiente historia! ¡Abrazos de algodón!

15/7/16

La historia de un elfo bajito




¡Bienvenidos de nuevo, Habitantes de La Madriguera! 

  Hoy vuelvo a traeros una entrada literaria, en este caso un cuento nuevo de mi propia cosecha. Como no puede ser de otra manera, un poco de mi yo friki sale en la historia, ya lo veréis.
  El cuento nos habla de cómo no hay sueños demasiado grandes ni personas demasiado pequeñas. En algún momento puede sonarnos la flauta, el caso es no desesperar y mantener la ilusión, ¿no?
  Como siempre os digo, de los cuentos se puede sacar todo lo que queráis, pero como no quiero enrollarme mucho, no os lío más.

  ¡Adelante con la historia, que la disfrutéis! 
 

La historia de un elfo bajito


  "Érase una vez, en un país muy pequeñito del que ya nadie se acuerda, vivía un elfo corto de estatura pero de gran corazón.
  Corrían tiempos oscuros en los que grandes monstruos y crueles dragones campaban a sus anchas, atemorizando a la población.
 Los elfos salían a cazar tantos engendros como podían, pero ninguno quería llevar a nuestro pequeño amigo y nadie contaba con él por ser bajito y además muy torpón.
  Siempre andaba tropezándose y hacía tanto ruido que seguro que si lo llevaban de caza, los monstruos los oirían llegar a kilómetros.
   Así que siempre lo dejaban atrás, triste y compungido. A pesar de todo, él ayudaba en todo lo que podía y practicaba la lucha contra los monstruos con su espadita de madera, siempre que tenía un rato libre y por mucho que se burlaran de él.
   Un día, caminando por los alrededores, el pequeño elfo tropezó casualmente, como era su costumbre, con una hermosa espada de acero de verdad, mordida por el paso del tiempo.
  Nuestro amiguito se enfrentaba a un gran dilema: ¿pasaría de largo o se la llevaría con él?
   ¡Siempre había soñado con ser un gran guerrero a lomos de un bonito corcel, cual alegre rohirrin en los verdes campos de la Tierra Media!

   Y cuando más concentrado estaba, notó un fuerte golpe en la frente. La espada había saltado mágicamente a sus brazos, tropezando por el camino con su cabeza. ¡Estaban hechos el uno para el otro!

   Sin creerse su buena fortuna y deseando poner en práctica sus peculiares habilidades, siguió caminando sin rumbo fijo, perdido en sus pensamientos hasta que se encontró, de repente, en medio de una grotesca escena. Dos orcos se peleaban con un enorme dragón por medio muslo de pollo. Y es que con tanta concentración de engendros, la comida escaseaba un poco.

  En el mismo instante en que lo olieron, los orcos y el dragón se quedaron  mirándolo fijamente, muy esperanzados.

  ¡Caracoles! Se acababa de convertir en la cena, pensaba muerto de miedo. 
  En esos momentos de pánico volvió a sentir el ya familiar golpe en la frente y con fuertes tirones, su mano empezó a dar espadazos a diestro y siniestro, mientas sus rodillas peladas y doloridas de ser arrastrado por los suelos anegaban sus ojos de lágrimas, no dejándole ver nada.

  Tras lo que a él y a sus rodillas les pareció una eternidad, todo cesó y por fin pudo abrir los ojos. Imaginaos su alegría al comprobar que el dragón yacía de espaldas y los orcos también habían estirado la pata.

  La noticia de que nuestro pequeño elfo había acabado él solito con el dragón más malvado de todos y dos de sus feroces secuaces corrió como la pólvora, convirtiendo a nuestro amigo en un gran héroe del que ya nadie más se burlaría.

  Y desde entonces el pequeño elfo tropieza orgulloso, agarrando fuertemente su cinturón del que pende suuu tessoooooroooo.

  Y colorín, colorado este cuento se ha terminado."

  Y esto se acaba. Espero que os haya gustado el cuento y se lo contéis a vuestros peques. 
  Si queréis ya sabéis que podéis comentar ésta y todas las entradas que me encanta leeros.
 Nos vemos en la siguiente historia. ¡Abrazo fuerte de oso!

16/5/16

Eso, amigo, eso es la vida

¡Bienvenidos de nuevo, Habitantes de La Madriguera!
Hoy paso rápidamente a dejaros un poema cortito, de esos que escribí hace tiempo. A ver qué os parece y cuántos de vosotros os habéis encontrado en las mismas.
Lamento teneros abandonaditos estos últimos días pero es por una buena noticia: ¡nos estamos mudando!
A ver si por fin mi mediolimón y yo conseguimos acabar la dichosa mudanza y retomamos la actividad normal por estos lares.
Muchas gracias por estar ahí y tomaros un ratito para leerme, como siempre, os recuerdo que podéis comentar esta y todas las entradas, que me encanta leeros. Os dejo con el poema, nos vemos en la siguiente historia. ¡Abrazo fuerte de oso!
Eso, amigo, es la vida
¿Cuántas veces te has hallado
frente a una página en blanco?
¿Cuántas veces has intentado
escribir el esbozo de una historia?
¿Cuántas veces te has marchado
sin tan siquiera unas tristes líneas?
¿Cuántas cosas has expresado
sin utilizar palabras?
¿Cuántas veces, aún con ellas,
no has conseguido decir nada?
Eso, amigo, es la vida.
Prosa, versos, en fin, palabras.
Tú dijiste, él dijo
y donde dije digo, digo Diego.
Y sentimientos y frases
quedan vacíos de contenido
para terminar marchándonos sin decir nada.
Tú por tu camino, yo por el mío.
Eso, amigo, es la vida.
Prosa, versos, en fin, palabras.
Y al final no nos quedó nada.

16/3/16

El Soldadito que quería volar


¡Bienvenidos de nuevo, Habitantes de La Madiguera de Cuentos!

        Hoy celebramos que ya formamos parte del universo de Madresfera (yujuuuuuu!!!! Fanfarrias y confeti por favor!) con una historia que nació hace varios años.
 

         Para poneros en antecedentes os contaré que me gusta complicarme la vida (sí, tengo vocación de timbre) y nunca he sido de las que hace regalos clásicos. Eso de que lleguen navidades, cumpleaños y demás fechas señaladas y recurrir al perfume de turno, calcetines, corbatas, etc... siempre me ha parecido un ir a lo fácil. Me encanta dar a las personas que me rodean regalos únicos, pensados especialmente para aquel al que están destinados. Disfruto especialmente pensando y maquinando hasta que doy con lo idóneo para unos y otros.
 

        Y así nos situamos en una navidad ya lejana y un regalo para un muy buen amigo, que por aquel entonces perseguía su sueño de poder volar. Y le escribí un cuento hecho a su medida, con su sueño y su idiosincrasia.
 

        La verdad es que al estar tan personalizado es un cuento al que sólo le ve la gracia aquella persona al que está destinado, pero es una historia que siempre me ha gustado y ha ido evolucionando hasta convertirse en "El soldadito que quería volar". 

       Adelante con el cuento, ¡que lo disfrutéis!: 

       Había una vez un pequeño soldadito de plomo que vivía en un enorme cajón de juguetes.      
       Todos los días lo sacaban a jugar y ese rato era el soldadito más feliz de todos porque el sol le daba en la cara y el aire jugaba con su sombrero.      
       Pero había una cosa que ponía triste a nuestro pequeño protagonista: el soldadito de plomo quería volar.       
       Así que, aunque era feliz en su cajón de juguetes, todas las noches soñaba que se escapaba para remontar el vuelo y vivir alguna de las aventuras que leía en sus libros favoritos y así pasaban los días.Una noche el cajón de juguetes no se cerró del todo y el soldadito vio una oportunidad para escaparse y hacer realidad su sueño de volar. Pero no sabía cómo hacerlo, así que tomó la decisión de aprender fuese como fuese.       
      Al mirar a su alrededor buscando la manera de salir de allí, decidió que la mejor manera era formando una pirámide con todos los cubos que había en el cajón.
       Una vez fuera, nuestro amigo imaginaba que tendría que enfrentarse a un mundo hostil e inhóspito para un pequeño soldadito de plomo con sueños de gran aventurero pero aún así se lanzó a la aventura, echándose al hombro su petate que llenó de un montón de cosas de lo más variopinto que pudo encontrar: un palo de hockey, deporte que adoraba, porque nunca se sabe si te puede ser útil; unos esquíes por si pasaba alguna montaña nevada; unas gafas de buceo y un bañador por si había que cruzar a nado algún río; sus libros favoritos porque le encantaba leer; muchos dulces porque era muy goloso y tal vez pasara hambre; un mapa para no perderse y un sinfín de cosas más.
        Nuestro soldadito por fín se sentía preparado y echó a andar sin mirar atrás. De entre todos los caminos que había para ponerse en marcha, eligió un sendero boscoso que subía y subía y subía a una montaña altísima pues estaba seguro de que cuanto más alto estuviese, mejor podría volar.       Andando, andando llegó a un claro en el bosque en el que se escuchaban unos trinos muy fuertes. El soldadito trepó a un árbol buscando el origen del sonido y se dio de bruces con un pájaro enorme y un montón de pajaritos muy alborotados.
       Como parecían muy nerviosos y sentía curiosidad, nuestro amiguito le preguntó qué pasaba y si necesitaba ayuda.
        El pájaro que con tanto jaleo no había oído llegar al soldadito, se pegó un susto tan grande que casi se cae del árbol.
       Cuando se le pasó el susto le explico que era un Papá Pájaro y que esos eran sus polluelos, que ya tenían edad de aprender a volar y él les estaba enseñando.       
       Al oírlo, el soldadito se emocionó muchísimo, no podía creer en su suerte, había ido a encontrar a unos pajaritos que iban a aprender a volar. Seguro que si le preguntaba, al Papá Pájaro no le importaría enseñarle a él también.
       Pero cuando nuestro amigo le preguntó todo emocionado, Papá Pájaro lo miró de arriba abajo y entonces le dio un ataque de risa tremendo.
      

       El soldadito lo miraba extrañado, no sabía qué era lo que le hacía tanta gracia al Papá Pájaro. 
       Cuando por fin pudo tranquilizarse y recuperar la compostura, Papá Pájaro le dijo que no podía volar por mucho que intentase aprender, porque no tenía alas.       
       Nuestro amiguito se puso muy triste pero decidió que seguiría intentando encontrar la manera de volar, así que le dio las gracias y se dispuso a seguir su camino.
       Cuando ya se estaba bajando del árbol, Papá Pájaro lo llamó para que volviera y le dijo que a volar no le podía enseñar pero que si quería le enseñaría paracaidismo.
        - "¿Paracaidismo? ¿Qué es eso?" – le preguntó, extrañado el soldadito, pues sentía curiosidad.
        - "Bueno, el paracaidismo es casi como volar. – le explicaba Papá Pájaro – Te puedes hacer un paracaídas con una hoja que sea grande y no se rompa fácilmente, te subes a lo alto de un árbol, coges carrerilla y saltas, sujeto a la hoja. Así planearás y caerás suavemente al suelo"
       

       Al soldadito le empezaron a brillar los ojos mientras escuchaba la explicación y todos los consejos e instrucciones que le iba dando Papá Pájaro y le entraron unas prisas enormes por probar todo lo que había aprendido, así que se puso a buscar como un loco una hoja que le sirviera de paracaídas.       
       Buscando y rebuscando encontró por fin la hoja perfecta, grande, fuerte y flexible. Sintiéndose preparado, el soldadito subió a lo más alto del árbol, agarró fuerte la hoja, cogió carrerilla, cerró los ojos y saltó. Y giró y giró, dando vueltas sin parar pero gracias a su hoja, empezó a planear suavemente hasta al suelo.       
        ¡Qué maravilla! ¡Qué miedo había pasado al principio, pero qué divertido fue después! Y ya sabía hacer paracaidismo.       
         Después de darle las gracias mil veces a Papá Pájaro siguió su camino, siempre hacia arriba, en busca de la cima más alta de la montaña más alta que pudiese encontrar.Después de muchas penurias y muchos contratiempos que ahora no vamos a relatar, pues esa es otra historia, nuestro valiente amiguito llegó por fin al pico más alto de la montaña más alta que pudo encontrar. Y una vez allí, después de todas sus aventuras y de todo lo que había aprendido, se quedó en blanco. Tan blanco como el copo más blanco de aquella gigantesca montaña.
       El pobre soldadito seguía sin saber volar y no tenía ni idea de cómo podría conseguirlo. El paracaidismo estaba bien, de hecho, le había sido muy útil en sus aventuras, pero no era lo mismo…
       Al final siempre acababa cayendo al suelo en poco tiempo. Y mientras se devanaba los sesos pensando, apareció una escarabaja muy peculiar que al verlo tan concentrado, le dijo:
       - "¡Hola! ¿Qué es lo que estás buscando?"
       

       El soldadito se quedó asombradísimo de ver una escarabaja tan rara en esa montaña solitaria. No era capaz de imaginar qué podía querer ella y no supo qué contestar y se quedó callado.       
       Así que la pobre escarabaja, sintiéndose ofendida, se dio media vuelta y se alejó por donde había venido, murmurando por lo bajo: "¡Hay que ver qué maleducado! No sé para qué me molesto en intentar ayudarle."Nuestro amigo, viendo que la había ofendido, fue en su busca y le narró con todo detalle su viaje y sus aventuras buscando alguna manera de poder volar.       
        La escarabaja lo escuchaba con mucha atención, asintiendo a veces, sorprendiéndose otras y cuando el soldadito termino el relato confesándole que, después de todo, aún no era capaz de volar, lo miró muy seria y entonces le contó que ella conocía todas las verdades del mundo, pues estaba en él desde el principio de los tiempos y le explicó que había algunas cosas que eran imposibles como por ejemplo que él pudiera volar.
        El soldadito, destrozado al escuchar a la escarabaja y sumido en una profunda tristeza, se dejó caer y se acurrucó en el suelo pues a pesar de todas sus aventuras y a pesar de todo lo que había aprendido no podría volar nunca.La sabia escarabaja lo observaba en silencio y cuando notó que el soldadito se había dado por vencido le dijo:
       - "Creo que no me has entendido. No puedes volar porque careces de los elementos necesarios para hacerlo, pero nada impide que puedas aprender"
       

        El soldadito la miraba confundido, ¿cómo podía aprender si no tenía alas?       
        Y la escarabaja sabiendo lo mucho que había madurado y lo mucho que había aprendido aquel soldadito con todas sus aventuras, le hizo el mayor de los regalos que jamás podría haberse imaginado nuestro pequeño amiguito. Le dio unas alas para que pudiera volar, unas maravillosas alas mecánicas con su libro de instrucciones incluido.
        Y el soldadito lloró y rió a la vez. Y cogió a la generosísima escarabaja y la hizo girar y girar bailando. Y no fue capaz de encontrar palabras suficientes par agradecérselo. Y tuvo que aprender a usar sus preciosas alas. Y cuando por fin aprendió y se sintió capaz, remontó el vuelo, feliz, perdiéndose en el inmenso cielo azul.

         Y colorín , colorado, este cuento se ha terminado.

         Y esto se acaba. Muchas gracias por tomaros un ratito para leerme. Si os ha gustado la historia sentíos libres de compartirla con el mundo y entonces ya será cuando muera de amor.

         ¡Hasta la próxima Historia, Habitantes de La Madriguera! ¡Un abrazo fuerte de oso!

11/3/16

El Gnomo del Huerto del abuelo Manolo



¡Bienvenidos de nuevo, Habitantes de La Madiguera de Cuentos!
 

        Hoy, como es Viernes, vamos a celebrarlo publicando un cuento nuevo, esta vez de mi propia cosecha; se trata de una historia que escribí hará unos dos años para la guardería de mi topita. En dicha guardería tienen un proyecto superchulo de comida ecológica para los peques y además tienen un huertito en el que plantan distintas verduras y hortalizas con los niños y les enseñan cómo se cuidan las plantas, cómo crecen y les explican que de ahí es de donde vienen los alimentos que comen cada día. Los enanos alucinan y disfrutan mucho con el huerto y descubren que la comida no "crece" en el supermercado de turno.

        Para los que estéis interesados en saber más sobre este proyecto os diré que la guardería es la E.I. "Las Soledades", en Lucena, Córdoba, por ese entonces vivía allí. Estoy convencida que si os poneis en contacto con Paula, su directora, estará encantada de contaros más sobre ese proyecto y seguro que os lo expica mejor que yo.Como os decía la historia nació por una de las tareas que hicimos con la peque, se trataba de escribir alguna adivinanza o alguna anécdota o hacer algún dibujo relacionado con el Huerto del Abuelo Manolo, que es como se llama el de la guardería. Y como tengo vocación de timbre y me encanta complicarme la vida. a mi se me ocurrió que era mejor escribir un cuento con adivinanzas incluídas y así nació "El Gnomo del Huerto del Abuelo Manolo".
¡Que lo disfrutéis!

        Había una vez un pequeño gnomo de jardín muy aventurero que buscaba un nuevo hogar. Andaba y andaba y andaba pero no encontraba ninguno. Empezaba a anochecer y nuestro pequeño amiguito estaba muy triste y muy cansado, ya no sabía qué hacer ni dónde buscar y de repente, a lo lejos, le pareció ver un jardín. 

        Tan contento se puso que echó a correr hacia allí y aunque tropezó y se cayó muchas veces raspándose las rodillas, casi no lo notaba de lo feliz que era por haber encontrado un sitio nuevo donde vivir.
         Como ya había anochecido y estaba muy cansado, buscó un sitio mullidito donde hacerse una camita, se acurrucó, se tapó con unas hojas que encontró y se quedó dormido en seguida. 
        Al día siguiente, cuando ya hacía mucho rato que había salido el sol, empezaron a oírse muchas risas y gritos y nuestro pequeño protagonista se despertó de golpe, aturdido porque no recordaba dónde estaba, pero como era un gnomito muy valiente y no le asustaba nada, se fue a investigar.
        Después de dar una vuelta se dio cuenta de que era un jardín un poco extraño porque no había encontrado ni una sola flor, lo revisó de arriba abajo y no fue capaz de encontrar ninguna de las flores que conocía y tampoco vio hierba. Sólo había tierra y unas plantas que no había visto antes. Además todas las plantas con las que se cruzaba lo saludaban con una adivinanza:- "Dentro de una vaina voy y ni espada ni sable soy" le decían unos redonditos.
- "Soy una loca amarrada y sólo sirvo para ensalada" le decían otras.
- "En el campo me crié, atada con verdes lazos y aquel que llora por mí, me está cortando en pedazos" gritaban algunas más allá.
- "Tengo ojos y no veo, me crié bajo la tierra, me puedes comer asada, frita o como quieras" le decían unas más gorditas.
- "Soy un viejo arrugadito que si me echan al agua me pongo gordito" le gritaban algunos a lo lejos.
- "Si quieres las tomas y si no las dejas aunque suelan decir que es comida de viejas" vociferaban otras por otro lado… ¡Todas hablaban al mismo tiempo!
¡Vaya jardín raro!

        Buscando, buscando se encontró con un muro enorme que tenía un dibujo muy bonito y unas letras muy grandes. ¡Menos mal que en la escuela de gnomos había aprendido a leer! Así que se puso a la tarea: "El huerto del abuelo Manolo"… ¡Anda, estaba en un huerto! Pero… ¿Qué es un huerto? se preguntaba nuestro amiguito y decidió pensarlo mientras andaba porque se le daba mejor pensar mientras paseaba.
        Pensando y paseando se dio de bruces con el origen de las risas y los gritos que lo despertaron. ¡Había un montón de niños corriendo y jugando por todos lados!        ¡Qué divertido, con lo que le gustaban a él los niños! Además eran los únicos que podían verlo, sin contar las plantas y los animales, porque aún creían en la magia y en las hadas y en los duendes y en los gnomitos como él. ¡Cuánto iba a disfrutar con tantos amigos nuevos con los que jugar!
        De repente sonó un timbre y los niños desaparecieron poco a poco… Qué raro… Pero como era muy valiente y muy curioso se acercó a investigar. Vio que todos los niños habían entrado en unas clases… ¡Claro, había ido a parar a una escuela! Así que el gnomito se puso a observar…
        Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que a los niños les estaban enseñando lo que era un huerto… ¡Qué bien, por fin resolvería el misterio!
        Al parecer, un huerto era algo parecido a los jardines que él tanto quería pero en vez de plantar hierba y flores plantaban verduras, legumbres y hortalizas que servían para comer.
        Las que habían plantado en este huerto se llamaban guisantes, lechugas, cebollas, patatas, garbanzos y lentejas pero había muchas más… ¡Por fin entendió las adivinanzas!
        Madre mía, cuántas cosas nuevas por aprender. Así que decidió que se quedaría para siempre en esta escuela, rodeado de todos los niños, ayudando al sol y a la lluvia a cuidar el huerto para que las plantas crecieran sanas y fuertes.
        Y si prestáis atención, los días que hace sol se puede ver al pequeño gnomo trabajando en el huerto muy feliz y contento.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

        Y esto se acaba. Muchas gracias por tomaros un ratito para leerme.Si os ha gustado la historia sentíos libres de compartirla con el mundo y entonces ya será cuando muera de amor.

        ¡Hasta la próxima Historia, Habitantes de La Madriguera! ¡Abrazo fuerte de oso!